jueves, 9 de diciembre de 2010

Los "crucificados" de San Miguel


                Encontrarme con el episodio que ha sucedido en la cárcel de San Miguel (Chile), me llena de una gran tristeza, hoy los cristianos estamos avisados, en "nuestros cristos" se encuentran los quemados de San Miguel y en los internos de San Miguel se encuentra nuestro Cristo.

                No podemos seguir cuestionado el sistema penitenciario, ya todos sabemos que es una basura, reconocemos también que muchos han trabajado por mejorarlo y confiamos que muchos seguirán en eso. El tema ahora es otro, es más de fondo, es denunciar nuestro estilo de vida que ha llevado a esto. Cómo estamos viviendo es cómo enseñamos a vivir. el tema ya no pasa por el hacer, sino por el ser.

 Simplemente no estamos viviendo como hermanos, no sería posible que estuviéramos tranquilos si es que nuestros hermanos de sangre fueran los quemados de San Miguel, pero el tema es que son más que nuestros hermanos de sangre, son nuestros hermanos y compañeros de humanidad y eternidad. Ahora.

                Nosotros seguimos a Cristo y a él nunca le importó la calidad moral de las personas a las que curaba y liberaba, no se fijaba en lo que habían hecho, solamente en su necesidad. Simplemente perdonaba. “son nuestros hermanos y están sufriendo”.

                Solidarizar con los pobres de san Miguel implica luchar contra todo lo que los destruye y crucifica, y eso amigos, y eso sociedad civil, debe tener costos, debemos pagar esos costos, costos en dinero, en tiempo, en afectos, en privilegios, en vida.  Sé que todos queremos que esto cambie, pero sólo cambiará cuando estemos dispuestos a amar renunciando.

Los chicos que llegan a las cárceles llegan por droga, alcohol y dinero, por la ilusión perversa de los medios de que en el consumo está la felicidad. Y nosotros nos podemos interpelar: al no ser hermanos de la pobreza evangélica, al no vivirla, estamos reproduciendo esa ilusión, estamos diciéndole a los chicos: “por aquí amigo, por aquí se es feliz”. Esta es una interpelación a los cristianos que queremos solidarizar con los pobres, solidarizar con ellos no exige hacerse pobre, pero solidarizar con ellos  a la manera de Jesús implica bajar a esa pobreza, hacerse pobre como él.

                Ahora amigo-hermanos-compañeros está es nuestra lucha, los pobres y crucificados de nuestro tiempo están en las cárceles de Latinoamérica, en san Miguel. Esta es ahora nuestra urgencia, eso son los pobres entre los pobres, ahí está el máximo dolor, ahí debe estar también nuestro corazón, nuestras manos, nuestro tiempo, nuestra inteligencia, nuestro amor.

                Le pedimos perdón a esas familias por nuestras inconsecuencias, por nuestra falta de amor que les quitó a sus hijos y parientes, Dios esto no lo ha querido, no quiere que sus hijos mueran así, pero podemos encontrar un para qué, y ese es ir en busca de ellos a las cárceles y que ellas dejen de existir.
                Y al final de la historia él nos diga: “vengan benditos de mi Padre porque entraron a las cárceles y terminaron con ellas”.