jueves, 18 de marzo de 2010

... en qué Dios?

En el evangelio de Juan no se habla de imágenes de Dios. Se habla de algo más profundo: del misterio de creer en Dios mismo. Pero ¿en qué Dios? Moisés hizo añicos el becerro de oro, porque confundían a su Dios con el oro o con un toro sagrado. Y contra esa iniquidad fulmina desde el cielo rayos incandescentes. El Dios de nuestra fe ha de ser un Dios puro, espiritual. 
Pero ¿qué nos sucede cuando Jesús -u otro maestro o profeta-  nos revela el rostro verdadero de Dios en términos de Amor, Paternidad, Misericordia, y nos da a su Hijo para nuestra salvación? ¿Le creemos de verdad y nos entregamos a él? Los signos de amor, paternidad, misericordia, compasión están ahí; pero no creemos. Nos falta grandeza de mente y corazón.
Danos, Señor, un corazón puro en el amor, una mente limpia en la verdad, una búsqueda constante de Ti, para que, cuando hables, te escuchemos, acojamos, adoremos; y que cuando actuemos lo hagamos a conciencia!

miércoles, 17 de marzo de 2010

... palabra de Vida

Muchas veces, Jesús había hecho referencias al Padre, pero siempre marcando una distinción: la Paternidad de Dios es diferente si se trata de Cristo o de los hombres. Y los judíos que le escuchaban le entendían muy bien: no era Hijo de Dios como los otros, sino que la filiación que reclama para Él mismo es una filiación natural. Jesús afirma que su naturaleza y la del Padre son iguales, aun siendo personas distintas. Manifiesta de esta manera su divinidad. Es éste un fragmento del Evangelio muy interesante de cara a la revelación del misterio de la Santísima Trinidad.
  Entre las cosas que hoy dice el Señor hay algunas que hacen especial referencia a todos aquellos que a lo largo de la historia creerán en Él: escuchar y creer a Jesús es tener ya la vida eterna (cf. Jn 5,24). Ciertamente, no es todavía la vida definitiva, pero ya es participar de la promesa. Conviene que lo tengamos muy presente, y que hagamos el esfuerzo de escuchar la palabra de Jesús, como lo que realmente es: la Palabra de Dios que salva. La lectura y la meditación del Evangelio ha de formar parte de nuestras prácticas religiosas habituales. En las páginas reveladas oiremos las palabras de Jesús, palabras inmortales que nos abren las puertas de la vida eterna. En fin, como enseñaba san Efrén, la Palabra de Dios es una fuente inagotable de vida.

martes, 16 de marzo de 2010

... abrir nuestra estrechez

Nuestra condición humana, más que centrarnos en las soluciones, nos centra en los alrededores de ella. El enfermo de Betesda, a la pregunta de Jesús de que si quería quedar sano, contesta con una algo totalmente distinto a la pregunta en cuestión. Aprovecha la ocasión para lamentarse, para sacar fuera toda la frustración que lleva de estar postrado por 38 años; desanimado porque nadie se apiada de él y lo mete en la piscina. Toda la experiencia vivida no le deja oír claramente lo que se le pregunta, mucho menos responder. Pero Jesús, que conoce mejor que nosotros mismos lo que necesitamos da la sanación física al enfermo. Igualmente, Jesús se preocupa por su sanación espiritual. No quiere que tampoco sea sumergido de nuevo en el pecado.

Oh Señor, abre mi mente, mi oído y mi corazón a tus palabras. Libera esta condición humana de su estrechez y permíteme seguirte y dar la respuesta de mi parte que esperas.

lunes, 15 de marzo de 2010

... sobre creerle a Jesús

Ya en este camino de confianza nos hemos encontrado con la conclusión que no es lo mismo “creer en Jesús” que “creerle a Jesús”. Creerle a Jesús implica aceptar su palabra por ilógica e irracional que ésta pudiera parecer. El padre de este muchacho le “creyó a Jesús” y se encontró con su hijo sano. Un problema que se extiende en nuestro cristianismo es la falta de congruencia entre nuestra fe y nuestra vida. Si nosotros preguntamos a nuestro alrededor nos encontraremos, sin mucha sorpresa, que la mayoría son cristianos, es decir hombres y mujeres que creen a Jesús. Sin embargo con tristeza nos damos cuenta que algunos (que a veces deberíamos de decir: muchos) dan un testimonio de vida bastante lejana a lo que Jesús nos ha ensañado. Ser buen cristiano implica creer en Jesús pero también creerle a Jesús y hacer lo que el nos pide en el evangelio… tenerlo como verdadera Maestro y Señor de nuestras vida. ¿Tú eres de los que simplemente cree en Jesús, o de los que han decidido hacer de su Palabra una norma de vida?

domingo, 14 de marzo de 2010

... en mis cegueras


Hoy he decidido mirar otro de los evangelios propuestos para este domingo, donde me he encontrado con un ciego. Pero, ¿Es el relato de un milagro? No, Juan despacha el milagro en un par de versículos de los 41 del relato. Narra despacio el proceso de la fe. Al principio, todos ciegos. Al final, uno curado y muchos ciegos. (...) El ciego sale de la noche: "¡Creo en ti Señor!". Los judíos se sumergen en la noche: "Ese Jesús es un pecador".
¡Un ciego maravilloso! Patrono de los que buscan la luz. Sube obstinadamente hacia el misterio de Jesús, sin dejarse asustar por los que "saben", y bromeando con ellos cuando los demás tiemblan. Juan escribe aquí su página más viva, salpicada de preguntas y sobresaltos: ¿Quién es ése? ¿Qué ha hecho? ¿Dónde está? ¿Quién es? Y tú, ¿qué dices de él? ¡Ese hombre no viene de Dios! Pero, ¿cómo puede hacer signos semejantes? ¿Eres tú discípulo de ese hombre? ¡Desde el nacimiento eres pecador! Ellos dicen "nosotros sabemos", y se ciegan a sí mismos. Él responde: "Yo no sé nada", y ve surgir poco a poco la luz; dice: "el hombre"; luego: "viene de Dios"; y finalmente: "¡Señor!". Puede leerse una y mil veces el evangelio sin ver a Jesús.
Desde el comienzo, Juan no deja de repetirlo: "La luz brilla en la noche, pero la noche no capta la luz" (Jn 1. 5). Ante el ciego que lo "ve" y los fariseos que lo miran sin verlo, Jesús se siente obligado a constatar lo que ocurre cuando él aparece: "Los ciegos ven y los que ven se hacen ciegos".
¡Pero yo sé! ¡Yo veo! No; "intentamos" ver. En cada página, día tras día. Somos ese ciego a quien Jesús da ojos dos veces: primero, para mirarlo, y luego para verlo. Hasta el último momento de nuestra vida, no dejemos de repetir la misma oración: "Jesús, dame ojos para verte".

sábado, 13 de marzo de 2010

... de nosotros

Conozco a muchos hombres "coherentes". Al menos si vamos al sentido etimológico de la palabra. Lo que se piensa "está unido" con lo que se hace. Así, Bin Laden fue "coherente". A Milosevich lo están juzgando por ser "coherente". Y ejemplos de todos los signos se podrían extender ad infinitum. Se trata de este tipo de personas a las que en su epitafio les gustaría esculpir sin ningún escrúpulo aquella frase de: "no me arrepiento de nada". Vemos ya por dónde va esta coherencia. La misma que aducía el fariseo. Él cumplía con todo lo establecido y, de este modo, convirtió su oración en un alegato contra "lo mal que está el mundo" y lo "buenos que somos algunos", "las personas de orden". Erguido en su orgullo el fariseo informaba a Dios de sus bondades, de la propia satisfacción, de lo cumplidor que era, para así poder garantizar que Dios atendiera su oración. Si era justo, tenía derecho a que Dios le hiciera justicia. Pero entonces, ¿qué justificación podía recibir de Dios?... Conviene recordar que la Iglesia, a lo largo de su historia, siempre ha tenido una conciencia clarísima de no ser la Iglesia de los buenos, los puros, los justos, los selectos, y ha intentado corregir las desviaciones en ese sentido afirmando una comunidad de santos y santas necesitados permanentemente de una purificación continua.
También conozco a hombres "auténticos". Lógicamente tratan de llevar a la práctica lo que piensan. Ahora bien, se saben frágiles y, a la vez, fuertes para confesar su limitación en un clamor "lo siento". Como el publicano, como el que se reconoce pecador, y mira hacia sí mismo, a su interior, y se pone sinceramente ante Dios presentándose en su verdadera debilidad. Ése es el que obtiene compasión y sale justificado de su oración, o sea, tiene la aceptación de Dios.
El gran "defecto" de Dios es que tiene debilidad por el hombre. Desea que cada hombre o mujer, lance un grito a su misericordia para poder inclinarse a su súplica y amarle. Desea que los "coherentes fariseos" salgan del reducto de su centralismo y menosprecio, para hacerles entrar también en la fiesta de los que desde su autenticidad y fragilidad construyen un reino de paz, de derechos humanos, de solidaridad.
Con Dios no valen los "cumpli-mientos". Solo cuenta la sinceridad.

viernes, 12 de marzo de 2010

... como amar?

En este camino de confianza, hoy nos encontramos con el tema del amor, se encarece la vida en el amor, se fijan algunas líneas y orden en el amor; todo queda iniciado y acaba perfeccionado en el amor.
Pero ¿de que amor hablamos? Del amor verdadero. No del amor ‘propio’ que envenena las cosas, ni del amor ‘pasional’ que entenebrece la mirada y la mente, ni del amor ‘al dinero’ o ‘al poder’  que para elevarse a sí mismo machaca a los demás, ni del amor ‘patrio’ que declara la guerra a los demás porque le hacen sombra. Hablamos del amor que florece en corazones nobles, honrados, caritativos, respetuosos de los demás, solidarios con los más débiles o necesitados, cumplidores de la justicia...


Démonos cuenta de que ese ‘amor’ quiere unir cielo y tierra, Dios y hombres, personas humanas, cosmos y espíritus. Se trata de un amor para el que siempre hay un lugar reservado en el corazón.


En la vida otras piezas pueden fallar, pero el amor verdadero no puede faltar.  Sin embargo, da la impresión de que entre muchos mortales escasea el amor verdadero, generoso, magnánimo... Nos lo hacen ver los profetas, pues casi siempre se dirigen a conciencias adormecidas, insensibles al reclamo de la verdad-amor...


Conviene que no nos engañemos con palabras. Para amar de verdad  hay que hacer caminos de fidelidad probada. Si no fuere así, todo serían palabras, palabras y palabras. 


El amor ha de ser:


Único: dirigido al único Dios y Señor. Si se divide, entre Dios y el diablo, no es válido.


De todo corazón: sin resquicio alguno, y poniendo en tensión todas las vísceras.


Con toda el alma: abrazando cuerpo y espíritu, exterioridad e interioridad profunda.


Con toda tu mente: que no consista en meros impulsos sino que goce de luz, de verdad, para que ideas engañosas, egoístas y manipuladoras, no turben la unidad y armonía.


Y esa misma intensidad del amor habría que aplicarla gradualmente a nuestra relación mutua entre los hombres: en solidaridad, justicia, gratuidad, sacrificio, desprendimiento, cercanía. Jesús nos ha puesto las cosas muy difíciles, pero por ahí va el camino de la perfección o santidad de vida.

jueves, 11 de marzo de 2010

... la división

El corazón del Pueblo elegido está herido, dividido, carcomido por bajos intereses, y los oráculos del profeta son tan duros que pueden dejar una mala sensación. Pero conviene recordar que se producen en tiempos de un rey, Joaquín, en que (como en el nuestro siglo XXI) había muchos oídos sordos a la voz de Dios y mucha corrupción de corazones, sentimientos, justicia, religión, piedad.
De esa incoherencia y división interior-exterior nace la urgencia profética por provocar un cambio de corazones que haga posible el reencuentro de Dios con su pueblo en la verdad, en la justicia, en la paz. Es el tema en que vuelve a insistir Jesús cuando le acusan de hacer maravillas en nombre del Belcebú que habita en su interior. Infelices mortales, les dice, ¿no sabéis que corazón dividido, reino dividido, pueblo dividido, están siempre amenazados de crisis y ruina? Sólo la armonía y unidad interior, la armonía y unidad familiar y social, la armonía de espíritu entre Dios y el hombre son fuente de bienestar.
Cuidemos, pues, ese tesoro de armonía, unidad, paz, coherencia, verdad; y eduquémonos en su rica experiencia evitando la corrupción interior y mimando hasta los detalles o tildes de una convivencia en justicia, amor y paz.

miércoles, 10 de marzo de 2010

... de la mente

Ya hemos avanzado mucho en este camino de confianza, hoy Jesús nos invita a no dar lo mínimo, sino a darlo todo. El no vino a abolir la ley sino a darle plenitud. Por eso hoy me invitaba, ya que nos hacemos revisiones médicas periódicas, no lo es menos hacer también revisiones espirituales más a menudo, puesto que es muy fácil enfermar. Y, ¿De qué enfermedades debemos examinarnos?
La primera que nos propone examinar el gran médico de almas es la de los malos pensamientos y homicidios interiores: ¿sabemos juzgar con bondad y benevolencia las acciones de los demás conservando siempre su imagen positiva? ¿Engrandecemos sin motivo los pequeños fallos del prójimo e incluimos maldad donde no existe matando en el interior su buena fama? Reflexionemos, y si encontramos síntomas negativos el remedio inmediato es perdonar lo que realmente vemos de maldad sin engrandecerlo y sobre todo saber encontrar las virtudes y las buenas intenciones de los demás.
La segunda es la del pudor interior: ¿respetamos la intimidad e integridad de las personas con las que tratamos y nos topamos diariamente o por el contrario, creamos una serie de imaginaciones, intenciones y deseos en que las películas indecentes se quedan cortas? Juzgue usted. En este caso el jarabe más eficaz es el de no permitir que nuestra mente, imaginación y corazón sea el escenario de tan nocivas proyecciones, sino respetar la integridad de los demás y la mía. Todo lo que se cultive ahí saldrá de una u otra manera a relucir.
Por esta ocasión es suficiente con el análisis de esas dos infecciones. Lo que nos queda es conservar la salud o recuperarla cuanto antes, apoyándose siempre en Aquel que lo puede todo.

martes, 9 de marzo de 2010

... del hermano


Cuando miro el mundo de hoy cada día me entristezco al descubrir que una de las cosas que más nos hace falta es la “misericordia”. Cada día somos más duros, rigidos, hemos llegado incluso a la intolerancia y la insensibilidad. 
Llena de tristeza aún más al descubrirnos como cristianos, que deberíamos estar llenos del amor de Dios, continuan con la “ley del talión”. Incluso, esperando el momento del error del hermano para echarselo en cara.… sin embargo esta no fue la pedagogía de Jesús, y no es la manera como nos trata el Padre.  
Jesús nos dijo: “Sean perfectos como el Padre Celestial es perfecto”. Y ¿cuántos de nosotros los somos? Y por no serlo, ¿Jesús nos desprecia o nos humilla? Ciertamente no. Respeta nuestro proceso, nos alimenta con amor y de esta manera nos permite experimentar su misericordia. Aprendamos a ver hacia nosotros mismo. Así descubriremos toda nuestra miseria. Esta es la base para tratar a los demás con dulzura y compasión, pues si siendo lo que soy, Dios me trata con amor, con cuánta más razón no lo haré yo con mis hermanos, que la verdad, son mejores que yo. 
En este camino de confianza en que estamos avanzando, es bueno mirar a nuestro hermano con amor, descubriendo todas las cualidades que porta y olvidando sus fallas o limitaciones que, de seguro, no son trascendentales. Aprende a perdonar para que te perdonen.

lunes, 8 de marzo de 2010

... profeta

En nuestro mundo actual me sigue impresionando la gente que me dice que su dificultad para creer en Dios desaparecería si el mismísimo Jesucristo bajara del cielo rodeado de "gloria y esplendor", se les colocara al lado y les dijera con voz profunda: "Soy yo y existo. Ahora ya puedes creer". Entonces ellos caerían de rodillas, como Tomás, y exclamarían: "Señor mío y Dios mío". Aplicado a una curación, la situación requeriría ¡qué menos que una gran invocación acompañada de algún gesto llamativo!, es decir, un milagro espectacular.
También así pensaba Naamán. Pero Eliseo simplemente le manda recado de que vaya a bañarse siete veces al río. ¡Qué humillación para un militar a quien el valor se le supone! ¡Qué desaire para todo un general! ¡Solamente "unos baños" y transmitido por un mensajero raso! Y, sin embargo, persuadido por sus criados, se bañó y quedó curado. Y la curación le llevó a exclamar a voz en grito: "Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel".
Queremos prodigios, buscamos seguridades absolutas y nos cuesta descubrir a Dios en lo sencillo, en lo cotidiano, en nuestra propia tierra. Los profetas-acontecimiento y los profetas-persona no son escuchados entre los suyos. La historia se repite en el evangelio, pero ambos relatos persiguen transmitir un mensaje común: el poder del Señor alcanza a todos los hombres, incluidos los enemigos de Israel, como en el caso del general sirio. ¡Blasfemia!, podría haber dicho cualquiera de los que en la sinagoga escucharon a Jesús. La salvación es monopolio judío. Dios es hebreo.
Mas Jesús quiere hacerles ver que Dios no tiene miras tan estrechas, sus horizontes son más amplios. La salvación de Cristo es para todos los hombres, para todos los pueblos, para todas las razas y naciones. Hoy se rechaza al profeta de manera diferente, hoy ya no se les busca para matarlos (al menos físicamente)… simplemente se les ignora. Pensemos incluso nosotros mismos cuantas veces  hemos escucha a Jesús en la Misa, en un retiro, en una conversación, etc… y cuantas veces hemos escuchado sus palabras?
¿Cuántas veces nos ha mandado diferentes profetas en la persona de nuestros padres, maestros, amigos, sacerdotes buscando un cambio en nuestra vida, buscando nuestra conversión y nosotros simplemente hemos dejado que la palabra o el consejo entre por un oído y salga por otro? Ciertamente nosotros no hemos buscado despeñar a Jesús desde la barranca, pero ¿cuántos de nosotros lo tenemos silenciando dentro de en un cajón o lleno de polvo en un librero? La Cuaresma nos invita a abrir, no solo nuestro corazón, sino toda nuestra vida al mensaje de los profetas… al mensaje de Cristo, a su Evangelio y a su amor. No desaprovechemos este camino de confianza. No hace falta matar dragones. Al final, como en el salmo 50, tan propio de estas fechas, Dios no quiere ni sacrificios ni holocaustos. El único sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado es lo único que Dios jamás se atreve a despreciar. Porque cuando el hombre se pone de rodillas, Dios queda desarmado.

domingo, 7 de marzo de 2010

... un serio compromiso


“… el que se cree seguro, ¡cuidado! no caiga.” 1Cor.10,12. No podremos sentirnos seguros, hoy y siempre, estamos llamados a vivir nuestra fe, no como un sistema de leyes que cumpliéndolas nos dan seguridad y que luego podríamos decir “soy bueno”, la fe se debe vivir como la apuesta decidida y valerosa por trabajar a favor de la fraternidad. Es un estilo de vida, no a una nueva religión, a lo que Jesús está invitando a los que quieran seguirle. Lamentablemente, sigue siendo corriente enconrtar personas con ideología de creyente, pero que en la práctica nada los diferencia de los no creyentes (racismo, afán de lucro, desprecio hacia los pobres, búsqueda de prestigio, el trato con los poderosos), en fin: el comamos y bebamos, con mucha seguridad de que mañana moriremos y poca convicción de que hay otra realidad.
Les sugiero 4 pasos que nos presenta la liturgia dominical y que nos ayudan en este camino de confianza:
-De la riqueza, tenida o deseada, disfrutada o anhelada, tomada, en definitiva, como aspiración fundamental en la vida, a la solidaridad con los pobres, hombres o pueblos; solidaridad que no sea simple discurso o mera compasión, misericordia o beneficencia; solidaridad que sea liberadora.
-De la vida cómoda, basada en la ley del mínimo esfuerzo, la ganancia fácil, la sopa boba, el vivir del cuento, el tráfico de influencia, el abuso de poder, la prevaricación..., a la solidaridad con los oprimidos, hombres o pueblos; solidaridad eficaz, que cambie realmente las condiciones de vida de los que sufren persecución o marginación; solidaridad que no cierre los ojos ante estos problemas o se tranquilice pensando que basta con desplazarlos de sitio para que, desaparecido del propio horizonte, desaparecidos para siempre.
-De la vida sujeta a mil ataduras, artificiales y superfluas, a la libertad necesaria para servir al hombre y a la sociedad; no podemos olvidar cómo la publicidad alardea de crear necesidades (o sea, innecesarias) para vender productos, hacer pensar lo absolutamente imprescindible que son miles y miles de cosas para vivir, y llegar a convertir al hombre en un ser dependiente de tales productos, o de trabajar y ganar más y más para poder hacerse con ellos. Una vida obsesionada con ganar para comprar, con cuidar el físico o cultivar ciertos círculos de una vida esclava, que no tiene ni tiempo ni oportunidad para dedicarse a aquello a lo que el hombre debe dedicarse: servir sirviendo a los demás.
-De la vida dedicada a cumplir para tener contento a Dios, a la vida dedicada a crear fraternidad; de la vida en la que Dios es alguien temible a quien hay que procurar no enfadar, a la vida de quienes se saben hijos y, por tanto, amados incondicionalmente por Dios. La vida dedicada a cumplir normas para agradar a Dios termina por convertirse en una vida estéril, inútil, absurda, pues el único modo de agradar a Dios es vivir la fraternidad.

sábado, 6 de marzo de 2010

...dejarse amar por Dios

Pero la parábola del Hijo Prodigo nos pone ante una alternativa en este camino de confianza: ¿en cuál de las tres figuras nos vemos reflejados?
¿Actuamos como el padre? El respeta la decisión de su hijo, aunque seguramente no la entiende ni la acepta. Y cuando le ve volver le hace fácil la entrada en casa. ¿Sabemos acoger al que vuelve? ¿le damos un margen de confianza, le facilitamos la rehabilitación? ¿o le recordaremos siempre lo que ha hecho, pasándole factura de su fallo? El padre esgrimió, no la justicia o la necesidad de un castigo pedagógico, sino la misericordia. ¿Qué actitud adoptamos nosotros en nuestra relación con los demás?
¿Actuamos como el hijo pródigo? Tal vez en algún periodo de nuestra vida también nos hemos lanzado a la aventura, no tan extrema como la del joven de la parábola, pero sí aventura al fin y al cabo, desviados del camino que Dios nos pedía que siguiéramos.
Cuando oímos hablar o hablamos del «hijo pródigo», ¿nos acordamos sólo de los demás, de los «pecadores», o nos incluimos a nosotros mismos en esa historia del bien y del mal, que también existen en nuestra vida? ¿Nos hemos puesto ya, en esta Cuaresma, en actitud de conversión, de reconocimiento humilde de nuestras faltas y de confianza en la bondad de Dios, dispuestos a volver a él y serle más fieles desde ahora? ¿sabemos pedir perdón? ¿preparamos ya el sacramento de la reconciliación, que parece descrito detalladamente en esta parábola en sus etapas de arrepentimiento, confesión, perdón y fiesta?
¿O bien actuamos como el hermano mayor? Él no acepta que al pequeño se le perdone tan fácilmente. Tal vez tiene razón en querer dar una lección al aventurero. Pero Jesús contrapone su postura con la del padre, mucho más comprensivo. Jesús mismo actuó con los pecadores como lo hace el padre de la parábola, no como el hermano mayor. Éste es figura de una actitud farisaica. ¿Somos intransigentes, intolerantes? ¿sabemos perdonar o nos dejamos llevar por la envidia y el rencor? ¿miramos por encima del hombro a «los pecadores», sintiéndonos nosotros «justos»?
La Cuaresma debería ser tiempo de abrazos y de reconciliaciones. No sólo porque nos sentimos perdonados por Dios, sino también porque nosotros mismos decidimos conceder la amnistía a alguna persona de la que estamos alejados.

viernes, 5 de marzo de 2010

... la comprensión

Hoy, tercer viernes del tiempo cuaresmal, la tradición penitencial y el camino de confianza nos llevan a hacer memoria de una cadena de injurias y traiciones que forman parte de nuestro bagaje histórico personal y colectivo. La primera lectura nos refiere cómo José, el hijo de Israel, fue traicionado y vendido por sus hermanos. La segunda nos habla, en forma de parábola mesiánica, de los obreros de una viña que apedrean y dan muerte tanto a los mensajeros como al propio hijo que el amo les envía para liquidar las cuentas de su trabajo; y todas las oraciones nos invitan a mirar hacia Cristo, el Hijo de Dios, que avanza con la cruz de nuestros pecados en el curso de su pasión. De esa forma, los dos relatos de las lecturas aparecen como anticipo y preparación de ánimo para que sepamos apreciar lo que será la traición, prisión, condena y muerte de Jesús.
¡Cuán lejos están los contenidos de esas dos lecturas bíblicas de lo que es una vida según el Espíritu! En ésta, aunque se parte de la personal debilidad, pobreza , humildad y turbación, se va ofreciendo y sirviendo a los demás cuanto se puede de consuelo, animación, paz, amor. Por eso es camino de santidad.
Tomemos una expresión nueva de esa noble actitud mística en Teresa de Calcuta:
Cuando necesite comprensión, Señor, mándame alguien que necesite la mía.
Cuando necesite que me cuiden, mándame a alguien a quien cuidar
Cuando tú y yo, amigo y amiga nos hemos encontrado en la vida en situaciones de ser no bien comprendidos o incluso incomprendidos, ¿hemos  vivido la grata experiencia de superarnos a nosotros mismos haciendo el bien a los demás, comprendiéndolos, acogiéndolos, dándoles lo que parecía faltarnos para nosotros mismos?

jueves, 4 de marzo de 2010

...la soberbia

“Nada hay más falso y enfermo que el corazón del hombre” dice Jeremías y todos sabemos que eso es verdad. A pesar de las repetidas dolencias de amor o de odio, de fortaleza o debilidad, todos volvemos a tropezar en los mismos obstáculos y a caer en las mismas redes de caprichosas maldades.
Nuestro hombre carnal e interesado, egoísta y pasional, tiende siempre a frenar a nuestro hombre interior y responsable, hijo de la luz y de la verdad. Quien descuida la lucha, el dominio de sí mismo, el cultivo de la bondad para con los demás, acaba siendo su víctima.
Pero no desmayemos. Mantengámonos en pie y  montemos guardia en este camino de confianza. El contrapeso de esas acciones malévolas lo tenemos en la bendición, en la confianza, en ponernos en manos del Señor con humildad arrepentida, con coraje para luchar, con seguridad de que todo lo bueno que intentemos realizar nos coloca junto a la amistad con Dios que acaban dándonos fortaleza y triunfo.
Epulón (que podemos ser tú y yo) perdió el control de sí mismo, complicado por la sensible felicidad que le daba el dinero, la tierra, el poder, la gloria, la soberbia... Y, perdido el control, no supo ni quiso poner límite a sus debilidades, haciéndose insaciable consigo mismo e insensible para con los demás, aunque yacieran muertos de hambre a la puerta de su palacio. Él se sentía más SEÑOR cuanto veía a los demás más HUMILLADOS  a sus pies.
¡Señor!, haz que no seamos tan insensatos como para creernos superiores ante quienes debemos servir.

miércoles, 3 de marzo de 2010

.. la envidia

Una de las imperfecciones que causan mucho retraso en la vida espiritual y que se mezclan de manera muy sutil en nuestra vida es la envidia. Es increíble que aun como cristianos no sepamos alegrarnos de los bienes y de las bendiciones que reciben nuestros hermanos, sino incluso que en ocasiones sintamos hasta coraje de que Dios los haya bendecido. Y esto no solo en el plano económico, sino como nos lo presenta hoy el evangelio, en el ámbito social, que se extiende hasta el religioso. Esto, como nos lo dice Jesús, es entendible que se presente en los paganos, en los que no están llenos del amor de Dios… pero ¿en nosotros? Lógicamente esto genera críticas y enemistades. Que diferente sería nuestra vida, si al ver que uno de nuestros hermanos recibe una bendición, diéramos gracias a Dios por ser bueno, aun con los que “según nosotros” no merecerían tal o cual favor; o si en lugar de entristecernos nos alegráramos al compartir la felicidad de quien se ha visto favorecido con un don o con una gracia; si en lugar de desacreditar a nuestro hermano, buscando todos sus defectos, reconociéramos que nosotros no somos mejores y que Dios, como Padre bueno, da a cada uno no como merece sino en base a su infinito amor… Seguramente que nuestra vida estaría llena de paz y de alegría. Cambia tu actitud y “verás que bueno es el Señor”.

martes, 2 de marzo de 2010

... la hipocresia



Hipócrita proviene de la palabra griega “hypokrites” y se refiere a alguien que actúa o finge. Era costumbre de los actores griegos y romanos cubrir sus rostros con grandes máscaras y hablar con aparatos mecánicos para aumentar la fuerza de su voz. Estos actores, que escondían sus verdaderos rostros y cambiaban sus verdaderas voces, eran llamados hypokrites, o "hipócritas".
Jesús comparó la conducta de los fariseos a la de los actores: hombres que simulaban o desempeñaban un papel. Los fariseos del tiempo de Jesús constituían un poderoso organismo de liderazgo y se consideraban más celosos y más justos que el resto de la sociedad judía. Se establecían a sí mismos como modelos de lo que es correcto y santo; no obstante, a los ojos de Jesús el ejemplo de ellos era en realidad destructivo. Jesús consideraba que la conducta de estos hombres tenía un efecto contaminante en los que seguían su ejemplo, un efecto fermentante, por así decirlo.

En este camino de confianza los invito a mirar debajo de nuestras “mascaras”, a descubrir lo que se esconde y pensar el porque no nos gusta que sea público lo que tenemos dentro de nosotros.
Es un trabajo fuerte el que tenemos delante de nosotros, pidámosle a Él la fuerza para poder avanzar, crecer y luchar para poder alcanzar el bienestar que añoramos y la tranquilidad que Dios quiere para nosotros. 

lunes, 1 de marzo de 2010

... el peso del amor

Nuestro camino de confianza en el día de hoy nos lleva a mirar nuestra conciencia, tenemos que aprender a cultivarla, porque sino se entumece, si actúa desde su sentimiento de bien, nos lleva a realizar acciones que pueden ser al mismo tiempo sencillas y maravillosas, capaces de sorprender a cualquier observador.
A veces nos complace alabar en seres vivos y sensibles ciertos rasgos fascinantes que hablan de fidelidad y amistad en extremos inauditos. Sirva de ejemplo la actitud de un perrito que –desde su sensibilidad, pobreza y amor- acepta y sabe compartir con un niño o con su amo una buena mesa, una mesa escasa, unas migajas de pan, un hambre no deseada, y hasta una hambruna de muerte, dando de sí todo el calor y alivio que su ser le permite.
Pues mucho más nos debe complacer una persona feliz, una mujer-madre, un corazón compasivo, un trabajador agobiado, un educador solícito, si teniendo más frío que calor, más hambre y necesidad que pan, más preocupaciones que sosiegos, más fatiga que descanso,  más desengaño que esperanzas,  siempre llevan en su alforja espiritual un tarro de bondad, una palabra de ánimo, una candela que encender, un vaso de agua que dar a otro más necesitado...
Sea hoy hilo conductor de nuestra celebración el querer compartir, dar todos los dones recibidos, en la medida en que podamos ser solidarios de los demás, especialmente con los más necesitados, y oremos desde nuestra pobreza al modo de Teresa de Calcuta: ¡Señor!, me atrevo a pedirte que cuando tenga hambre no me abandones, pero que de cuando en cuando pongas a mi lado a alguien que sea tan necesitado y tan pobre o más pobre que yo, y que me complazca en compartir con él el pan duro que hoy me quede o al menos la palabra y la paciencia para encontrarlo y compartirlo mañana. Amén.
Hoy nuestros hermanos y hermanas de Chile necesitan de nuestra presencia, presencia activa en la oración, presencia activa para tranquilizar el corazón y saber vivir en la esperanza, presencia para transmitirles la fuerza de una familia cristiana que, sabiendo de sus capacidades, hoy les anima a enfrentar este nuevo reto. Chile una mesa para todos y todas.