lunes, 8 de marzo de 2010

... profeta

En nuestro mundo actual me sigue impresionando la gente que me dice que su dificultad para creer en Dios desaparecería si el mismísimo Jesucristo bajara del cielo rodeado de "gloria y esplendor", se les colocara al lado y les dijera con voz profunda: "Soy yo y existo. Ahora ya puedes creer". Entonces ellos caerían de rodillas, como Tomás, y exclamarían: "Señor mío y Dios mío". Aplicado a una curación, la situación requeriría ¡qué menos que una gran invocación acompañada de algún gesto llamativo!, es decir, un milagro espectacular.
También así pensaba Naamán. Pero Eliseo simplemente le manda recado de que vaya a bañarse siete veces al río. ¡Qué humillación para un militar a quien el valor se le supone! ¡Qué desaire para todo un general! ¡Solamente "unos baños" y transmitido por un mensajero raso! Y, sin embargo, persuadido por sus criados, se bañó y quedó curado. Y la curación le llevó a exclamar a voz en grito: "Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel".
Queremos prodigios, buscamos seguridades absolutas y nos cuesta descubrir a Dios en lo sencillo, en lo cotidiano, en nuestra propia tierra. Los profetas-acontecimiento y los profetas-persona no son escuchados entre los suyos. La historia se repite en el evangelio, pero ambos relatos persiguen transmitir un mensaje común: el poder del Señor alcanza a todos los hombres, incluidos los enemigos de Israel, como en el caso del general sirio. ¡Blasfemia!, podría haber dicho cualquiera de los que en la sinagoga escucharon a Jesús. La salvación es monopolio judío. Dios es hebreo.
Mas Jesús quiere hacerles ver que Dios no tiene miras tan estrechas, sus horizontes son más amplios. La salvación de Cristo es para todos los hombres, para todos los pueblos, para todas las razas y naciones. Hoy se rechaza al profeta de manera diferente, hoy ya no se les busca para matarlos (al menos físicamente)… simplemente se les ignora. Pensemos incluso nosotros mismos cuantas veces  hemos escucha a Jesús en la Misa, en un retiro, en una conversación, etc… y cuantas veces hemos escuchado sus palabras?
¿Cuántas veces nos ha mandado diferentes profetas en la persona de nuestros padres, maestros, amigos, sacerdotes buscando un cambio en nuestra vida, buscando nuestra conversión y nosotros simplemente hemos dejado que la palabra o el consejo entre por un oído y salga por otro? Ciertamente nosotros no hemos buscado despeñar a Jesús desde la barranca, pero ¿cuántos de nosotros lo tenemos silenciando dentro de en un cajón o lleno de polvo en un librero? La Cuaresma nos invita a abrir, no solo nuestro corazón, sino toda nuestra vida al mensaje de los profetas… al mensaje de Cristo, a su Evangelio y a su amor. No desaprovechemos este camino de confianza. No hace falta matar dragones. Al final, como en el salmo 50, tan propio de estas fechas, Dios no quiere ni sacrificios ni holocaustos. El único sacrificio agradable a Dios es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado es lo único que Dios jamás se atreve a despreciar. Porque cuando el hombre se pone de rodillas, Dios queda desarmado.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario