jueves, 18 de marzo de 2010

... en qué Dios?

En el evangelio de Juan no se habla de imágenes de Dios. Se habla de algo más profundo: del misterio de creer en Dios mismo. Pero ¿en qué Dios? Moisés hizo añicos el becerro de oro, porque confundían a su Dios con el oro o con un toro sagrado. Y contra esa iniquidad fulmina desde el cielo rayos incandescentes. El Dios de nuestra fe ha de ser un Dios puro, espiritual. 
Pero ¿qué nos sucede cuando Jesús -u otro maestro o profeta-  nos revela el rostro verdadero de Dios en términos de Amor, Paternidad, Misericordia, y nos da a su Hijo para nuestra salvación? ¿Le creemos de verdad y nos entregamos a él? Los signos de amor, paternidad, misericordia, compasión están ahí; pero no creemos. Nos falta grandeza de mente y corazón.
Danos, Señor, un corazón puro en el amor, una mente limpia en la verdad, una búsqueda constante de Ti, para que, cuando hables, te escuchemos, acojamos, adoremos; y que cuando actuemos lo hagamos a conciencia!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario