jueves, 11 de marzo de 2010

... la división

El corazón del Pueblo elegido está herido, dividido, carcomido por bajos intereses, y los oráculos del profeta son tan duros que pueden dejar una mala sensación. Pero conviene recordar que se producen en tiempos de un rey, Joaquín, en que (como en el nuestro siglo XXI) había muchos oídos sordos a la voz de Dios y mucha corrupción de corazones, sentimientos, justicia, religión, piedad.
De esa incoherencia y división interior-exterior nace la urgencia profética por provocar un cambio de corazones que haga posible el reencuentro de Dios con su pueblo en la verdad, en la justicia, en la paz. Es el tema en que vuelve a insistir Jesús cuando le acusan de hacer maravillas en nombre del Belcebú que habita en su interior. Infelices mortales, les dice, ¿no sabéis que corazón dividido, reino dividido, pueblo dividido, están siempre amenazados de crisis y ruina? Sólo la armonía y unidad interior, la armonía y unidad familiar y social, la armonía de espíritu entre Dios y el hombre son fuente de bienestar.
Cuidemos, pues, ese tesoro de armonía, unidad, paz, coherencia, verdad; y eduquémonos en su rica experiencia evitando la corrupción interior y mimando hasta los detalles o tildes de una convivencia en justicia, amor y paz.

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