domingo, 7 de marzo de 2010

... un serio compromiso


“… el que se cree seguro, ¡cuidado! no caiga.” 1Cor.10,12. No podremos sentirnos seguros, hoy y siempre, estamos llamados a vivir nuestra fe, no como un sistema de leyes que cumpliéndolas nos dan seguridad y que luego podríamos decir “soy bueno”, la fe se debe vivir como la apuesta decidida y valerosa por trabajar a favor de la fraternidad. Es un estilo de vida, no a una nueva religión, a lo que Jesús está invitando a los que quieran seguirle. Lamentablemente, sigue siendo corriente enconrtar personas con ideología de creyente, pero que en la práctica nada los diferencia de los no creyentes (racismo, afán de lucro, desprecio hacia los pobres, búsqueda de prestigio, el trato con los poderosos), en fin: el comamos y bebamos, con mucha seguridad de que mañana moriremos y poca convicción de que hay otra realidad.
Les sugiero 4 pasos que nos presenta la liturgia dominical y que nos ayudan en este camino de confianza:
-De la riqueza, tenida o deseada, disfrutada o anhelada, tomada, en definitiva, como aspiración fundamental en la vida, a la solidaridad con los pobres, hombres o pueblos; solidaridad que no sea simple discurso o mera compasión, misericordia o beneficencia; solidaridad que sea liberadora.
-De la vida cómoda, basada en la ley del mínimo esfuerzo, la ganancia fácil, la sopa boba, el vivir del cuento, el tráfico de influencia, el abuso de poder, la prevaricación..., a la solidaridad con los oprimidos, hombres o pueblos; solidaridad eficaz, que cambie realmente las condiciones de vida de los que sufren persecución o marginación; solidaridad que no cierre los ojos ante estos problemas o se tranquilice pensando que basta con desplazarlos de sitio para que, desaparecido del propio horizonte, desaparecidos para siempre.
-De la vida sujeta a mil ataduras, artificiales y superfluas, a la libertad necesaria para servir al hombre y a la sociedad; no podemos olvidar cómo la publicidad alardea de crear necesidades (o sea, innecesarias) para vender productos, hacer pensar lo absolutamente imprescindible que son miles y miles de cosas para vivir, y llegar a convertir al hombre en un ser dependiente de tales productos, o de trabajar y ganar más y más para poder hacerse con ellos. Una vida obsesionada con ganar para comprar, con cuidar el físico o cultivar ciertos círculos de una vida esclava, que no tiene ni tiempo ni oportunidad para dedicarse a aquello a lo que el hombre debe dedicarse: servir sirviendo a los demás.
-De la vida dedicada a cumplir para tener contento a Dios, a la vida dedicada a crear fraternidad; de la vida en la que Dios es alguien temible a quien hay que procurar no enfadar, a la vida de quienes se saben hijos y, por tanto, amados incondicionalmente por Dios. La vida dedicada a cumplir normas para agradar a Dios termina por convertirse en una vida estéril, inútil, absurda, pues el único modo de agradar a Dios es vivir la fraternidad.

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