lunes, 1 de febrero de 2010

Levántate, Señor, y sálvame, Dios mío.

Hoy la reflexión me lleva a mirar mis propios desafíos, reconocer el camino justo de la vida, con una conducta que de verdad este de acuerdo con esa meta a donde quiero llegar. Entendiendo este comportamiento en el doble sentido de: vivir de acuerdo a la realidad con la cual tengo que enfrentarme día a día e igualmente no darme por vencido ante ninguna forma inútil de victimismo.
Que me ha llevado a concluir esto: leí la lectura de David (2Sam,15) y él asume de una manera triste y arrepentida la consecuencia de sus actos. No se excusa, no inicia por enfrentarse, solo asume con docilidad aquellas repercusiones de sus acciones. Es la manera de vivir cada día de acuerdo a mis decisiones. No puedo ignorar que todo lo que realizamos tiene sus consecuencias, y no es posible vivir la vida sin enfrentarlas aunque sea doloroso.
Pero luego en la lectura de Marcos, Jesús ha reducido a la “legión de demonios” y los ha domado en una cantidad de cerdos, ellos suplican pero el Señor solo les dice: “sal, espíritu inmundo, de este hombre” (Mc.5,8). Pero la libertad que brinda a este hombre lo impulsa de inmediato a buscar un nuevo amo a quien servirle, y le suplica a Jesús que lo deje seguirlo, no con la elección de un hombre libre, sino con la presión de sentirse “en libertad”, la sensación de bienestar que disfrutaba este hombre no era algo normal en su vida, necesitaba llenar este espacio. Por esto este liberado necesitaba continuar “su camino” e iniciar a reencontrarse consigo mismo.
Dos personajes: David que vive la consecuencia de sus acciones con tristeza pero con responsabilidad y este hombre de Gerasa que se encuentra en un momento de su vida libre pero tiene que buscar la vía justa de su vida. Dos realidades que nos manifiestan un alto grado de humanización. Empezando por no acusar mas saber reconocer los propios limites y los propios errores unidos a la propia fragilidad y las propias dificultades, evitando caer en los mismos errores y sabiendo vivir en la realidad de nuestras elecciones, teniendo siempre presente la generosidad de Dios que nos acompaña.

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