sábado, 27 de febrero de 2010

... los "enemigos" palabra no cristiana

He estado hablando con diversas personas que me escriben y  compartiendo con unos y otros he llegado a la conclusión de que el odio más peligroso es el que nunca se expresa, el que parece haberse diluido en la bodega de nuestro inconsciente. Pero está ahí, pronto a devorar a otros y a devorarnos a nosotros mismos. El “odio” es siempre un territorio pendiente de evangelización en el amplio terreno de nuestra personalidad. 




El evangelio de Jesús llega hasta este terreno recondito. A los musulmanes, el amor a los enemigos les parece un precepto ético excesivo, reservado a unos pocos santos. A Gandhi, por el contrario, era lo que más le agradaba de Jesús. ¿Y a nosotros? 


No merece la pena insistir sobre la obligación cristiana de amar a los enemigos. Presentada así, como una obligación, resulta incomprensible y casi despreciable. El itinerario que Jesús propone es partir de la propia experiencia en relación con Dios. Nosotros somos amados por el Padre, incluso cuando hemos actuado como enemigos. Sobre nosotros ha salido cada día de nuestra vida el sol de un amor inmarcesible. ¿Quién se atreve a no amar a los enemigos cuando ha sido inundado por un amor que de ninguna manera merece? Jesús lo dice de otras muchas maneras: “A quien mucho se le perdona, mucha ama”. 

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