domingo, 28 de febrero de 2010

... la paciencia

Continuamos nuestro camino de confianza: Y descubrimos que la promesa levanta la esperanza: El que tiene fe, el que cree en la promesa, tiene también esperanza, una esperanza que no será confundida. Pero el que no cree no tiene otras aspiraciones que las terrenas, ni otro Dios que el vientre, ni otra gloria que sus vergüenzas, ni otro paradero que su perdición. Este tal, en vez de tener la auténtica esperanza que todo lo cambia, no tiene más que expectativas "razonables" que nada pueden cambiar.
Nuestra cuaresma es tener presente que la esperanza se realiza en la paciencia: Cuando Pedro quiere hacer tres chozas, no sabe lo que dice, pues ese lugar no es nada sin la cruz. Como no es nada la esperanza sin la paciencia. Esperar no es quedarse viendo visiones; pues soñando no se llega nunca al mundo soñado. Esperar no es instalarse "como si ya hubiéramos llegado", ni estar a la espera a ver lo que sucede. La transfiguración en el monte remite a los discípulos a la obediencia de la fe y al seguimiento de Jesús hasta que todo se cumpla: "Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle". Cuando los discípulos vean de nuevo a "Jesús solo" y bajen del monte, deberán comprender que la esperanza se realiza en la paciencia, menos "gloriosa" pero más real que todas las visiones y utopías.
La paciencia es la esperanza de cada día, la tierra firme en la que se opera poco a poco la gran transformación y la cosecha a partir de un grano de trigo. Ni es la resignación de los que no han visto nada, de los que no han escuchado la promesa. Es la cruz, sin la cual todo quedaría en "visiones".
Anima tu esperanza con la paciencia, “Quien a Dios tiene nada le falta, solo Dios basta” nos decia Santa Teresa.

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