domingo, 21 de febrero de 2010

... nuestras tentaciones.

El hombre actual ansía vivir cada vez más, cada vez mejor, cada vez más intensamente. Pero, ¿vivir qué?, ¿vivir para qué? Se dice que estamos mejor equipados que nunca para vivir una vida sana y de mejor calidad. Pero, ¿qué es un hombre sano? ¿Qué es una vida de calidad humana? Hemos hecho la vida más larga, más cómoda y placentera, pero, ¿no la hemos hecho también más vacía, superficial y absurda? ¿Es éste el camino para satisfacer la necesidad profunda de vida que se encierra en el ser humano?
Hay además un hecho cultural sobre el que parece existir una conspiración de silencio y es que cada vez se medita menos sobre el sentido último de la vida. Desconectada de toda relación con el Creador, privada de destino trascendente, la vida del hombre contemporáneo se está convirtiendo en un episodio irrelevante que hay que llenar de bienestar y de experiencias placenteras.
Sin embargo, ¿es verdadero progreso entender y vivir la vida de manera tan rudimentaria y tan pobre de contenido, de horizonte y de sentido como lo hacen hoy no pocos hombres y mujeres?
Amigos, sentir a Dios, es sentir al hermano y la hermana, es caminar con él y ella para avanzar, para crecer juntos. Dios hoy en su evangelio nos invita a vencer la tentación del utilitarismo en busca del placer o del tener o del poder. Es dejar de ver al otro como un “tonto útil” que me sirve en mis proyectos y que lo desecho cuando incomoda mi vida.
El camino de confianza que hemos iniciado nos ayuda a realizar esa búsqueda constante de nuestras capacidades interiores, de nuestros talentos, de lo que inunda nuestra vida para vencer la tentación del egocentrismo y brindarlo en beneficio de todos y todas que lo necesitan.

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