¿Somos de los que catalogan a las personas en «buenas» y «malas», naturalmente según nuestras medidas o según la mala prensa que puedan tener, y nos encerramos en nuestra condición de perfectos y santos? ¿Damos un voto de confianza a los demás? ¿Ayudamos a rehabilitarse a los que han caído, o nos mostramos intransigentes? ¿Guardamos nuestra buena cara sólo para con los sanos, los simpáticos, los que no nos crean problemas?
Ojala los que nos conocen nos pudieran llamar, como decía Isaías, «reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas». O sea, que sabemos poner aceite y quitar hierro en los momentos de tensión, interpretar bien, dirigir palabras amables y tender la mano al que lo necesita, y perdonar, y curar al enfermo...
Es un buen trabajo en este camino de confianza para esta Cuaresma. Haremos bien en pedirle al Señor con el salmo de hoy: «Señor, enséñame tus caminos».
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